domingo, 3 de marzo de 2013

El origen del Papado Romano


Durante los primeros siglos  las comunidades cristianas estuvieron muy dispersas; cinco centros de irradiación del cristianismo fueron los que se configuraron a partir del siglo IV:  Alejandría, Antioquía, Constantinopla, Roma y Jerusalén. Las cinco Iglesias tuvieron la consideración de patriarcados autónomos al frente de cada una de las cuales se encontraba el patriarca u obispo. Tras la fragmentación del Imperio la capital dejó de ser Roma para pasar a Constantinopla.

Así que, en cuanto a importancia, Antioquía y Alejandría y, por supuesto la capital Constantinopla, superaron a Roma. Sin embargo, Antioquía, Alejandría y Jerusalén cayeron en manos islámicas en el siglo VII. Quedaban Roma y Constantinopla. La Iglesia quedó bicéfala.

Pero en el siglo VIII tiene lugar un acontecimiento de vital importancia para la Iglesia Romana. El Papa Esteban II ordena crear un documento falso atribuido al emperador Constantino llamado "Donación de Constantino" o "Donatio Constantini" cuya fecha ficticia es la del 30 de marzo de 315, que declaraba:

** Deseamos que la Santa Iglesia Romana sea honrada con veneración, como nuestra terrena potencia imperial, y que la sede santísima de san Pedro sea exaltada gloriosamente aún más que nuestro trono terreno, ya que Nos le damos poder, gloriosa majestad, autoridad y honor imperial. Y mandamos y decretamos que tenga la supremacía sobre las cuatro sedes eminentes de Alejandría, Antioquía, Jerusalén y Constantinopla y sobre todas las otras iglesias de Dios en toda la tierra, y que el Pontífice reinante sobre la misma y santísima Iglesia de Roma sea el más elevado en grado y primero de todos los sacerdotes de todo el mundo y decida todo lo que sea necesario al culto de Dios y a la firmeza de la fe cristiana **

En nombre de dicha falsificación el Papa reclamaba para sí tierras, prebendas y privilegios. Su efecto fue inmediato: se forzó la alianza con los reyes francos Pipino y su sucesor, Carlomagno, para combatir a los longobardos a fin de restituir el predominio y propiedades de la Iglesia de Roma.

A decir verdad, esta primacía no duró demasiado, pues tres siglos después el cisma de Oriente se cirnió con todo su peso, aunque en Occidente quedó la Iglesia de Pedro como autoridad indiscutible de la cristiandad.

El problema de la sucesión apostólica no es otro que el de la legitimidad de Roma como depositaria de la legitimidad ortodoxa. Y el problema sigue siendo ese. 

El hecho es que el cristianismo de los primeros siglos fue policéfalo y las comunidades gnósticas proliferaron como las setas durante el siglo II. El hecho es que hasta el año 235 todos los nombres de los sucesores de San Pedro son inciertos y que fue Ireneo, en su lucha contra los gnósticos, quien en el siglo II en su obra "Adversus Hereses" propuso una línea sucesoria en la que Lino fue el primer obispo romano sin mencionarse a Pedro. Es a partir del siglo III cuando se instaura a Pedro en la primera silla papal.

Esta es una época en la que casi todas las Iglesias cristianas pugnaron por la búsqueda de una especie de legitimidad monárquica. Bizancio se buscó a San Andrés el Apóstol, Alejandría a San Marcos, Armenia a San Tadeo, a San Andrés e incluso al propio Cristo, Corinto y Antioquía también se disputaron su fundación petrina y así un largo etcétera.

La historia casi siempre se escribe desde el presente, tanto más cuando lo que se disputa es el poder y el predominio. Cualquier cambio histórico a favor de cualquiera de esos centros en detrimento de Roma me hace pensar que las llaves del Reino podrían haber sido entregados a cualquiera de esos apóstoles en disputa de palabras del propio Jesús, pues los Evangelios están constituidos por distintos estratos donde las interpolaciones se iban colocando en función de los intereses de cada época.

FUNDACIÓN ECLESIÁSTICA SEGÚN LOS EVANGELIOS





El Evangelio de Juan establece la fundación de la Comunidad en el momento de la Resurrección, cuando Jesus infunde su "pneuma" a sus discípulos con estas palabras de 20: 21-23: "22 Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan"

Desde luego, lo que aparece escrito en letras grandes en la Basílica de San Pedro de Roma son las palabras de Marcos en Latín, el archiconocido "Tu est Petrus..." que, pese a ser designado por Jesus siquiera se hizo cargo de la secta jerosolimitana.

En realidad no existe una línea unidireccional en este sentido, ni siquiera se puede hablar de una Iglesia o Comunidad cristiana porque surgen, se fundan y se expanden de modo analógo a las colonias griegas y fenicias, que tan solo guardan un nexo de relación cultural, nunca orgánica, con la metrópolis de origen. No se puede hablar con propiedad de la historia de la Iglesia hasta el siglo IV e incluso aquí, siquiera existe la uniformidad. Constantino intenta unificar arrianismo y catolicismo sin conseguirlo, en Oriente combate a los nestorianos y docetistas y, al final de todo el camino quien impone la legitimidad y ortodoxia es el que acaba ganando la batalla.

El cristianismo de los primeros siglos es un fenómeno totalmente plural y las primeras comunidades cristianas divergen entre sí en doxa, doctrina, filosofía e incluso canon de Escrituras. Bajo ese panorama de corrientes tan diversas, unas que negaban la divinidad de Cristo, otras su humanidad, etc, ¿es posible construir una sola línea, una dirección que conduzca a una única ortodoxia?

Evidentemente que no. Todas las ortodoxias se construyen siempre desde el presente y a su presente amoldan y adaptan su propia historia. Las instituciones monolíticas y totalitarias como la Iglesia de Nicea tienen la peculiaridad no solo de crear su presente sino tambien la de crear su mismo pasado porque crear y construir el pasado equivale a edificar las bases mismas de su legitimidad y poder presente.

Los Evangelios fueron convenientemente modificados y cambiados a instancias de la Iglesia. Precisamente, esa curiosa confesión en Cesarea de Filipos de Mateo 16: 18-19 que reproduzco a continuación mata dos pájaros de un tiro:

*** 16 Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» 17 Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.18 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.19 A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos."***


Pues bien, se trata de una interpolación muy conveniente a los intereses políticos de la Iglesia de aquella época (me estoy refiriendo al año 325) puesto que, por un lado, establece la legitimidad de la línea petrina y, por otro, sirvió de arma para combatir la herejía arriana al declarar la condición de Jesucristo como Hijo de Dios. En realidad ninguno de los evangelios originales hacen alusión alguna a la divinidad de Jesús, su divinidad fue creada poco a poco por la Iglesia ortodoxa.

La importancia del obispado de Roma fue insignificante en comparación con la preponderancia y organización, bastante anterior, de la Iglesias Orientales. Incluso en el Concilio de Nicea el papel Papa fue insignificante. El que decidía e imponía los dogmas era siempre el Emperador.

En el Concilio de Sardica del 343 el Papa Julio I intenta convertirse en instancia suprema de apelación en caso de conflictos eclesiales sin éxito alguno. Nastasio I logra proclamarse patriarca de occidente.

Sin embargo, los otros patriarcados adquieren potestades más amplias, el de Alejandría, con sus mas de cien obispos subordinados en Egipto o el de Antioquía en toda Siria. Potestades similares alcanzaron el patriarca de Jerusalen y los exarcas de Efeso, Cesarea de Capodacia y Heraclea.


No encuentro, por tanto, intervención sobrenatural alguna en la primacía alcanzada mas tarde por el obispado romano. Todo deriva de haber sido Roma la primera capital del Imperio Romano así como del papel dirigente otorgado a este obispado en Italia tras la caída del Imperio Romano de Occidente.

Una vez hecha la interpolación del testimonio de Cesarea de Filipos de Mateo 16,18, algunos patriarcas cristianos, como Tertuliano, incluso deslegitimaban las pretensiones dinásticas papales fundadas en dicho texto al decirle: "¿Cómo puedes tú osar retorcer y atropellar la intención manifiesta del Señor, que le confiere solo a Pedro personalmente?"

Se desconoce la existencia de reclamación sucesoria al trono de Pedro durante los primeros siglos de cristianismo, tampoco se conoce por razones obvias el texto de Mateo dado que la interpolación procede del siglo III, época en que todos los restantes patriarcados reclaman el mismo derecho de sucesión apostólica para sí.

El mismo San Cipriano, obispo mártir de la Iglesia declaraba en aquellos tiempos que no había obispo de obispos, que nadie estaba subordinado a nadie ni es mas que nadie. Así que, el Papa Esteban I (254-257) primero en reclamar para sí el "Testamento de Jesús" acusó al santo de pseudocristiano y pseudoapóstol.

También podemos advertir que ningún padre de la Iglesia reconoció las pretensiones del primado de Roma, desde San Justino en el siglo II hasta San Agustín en el siglo V que reclamaba su condición de cristianos, no de Pedro.

Mientras tanto, los teólogos orientales del siglo IV como San Basilio, San Gregorio el Nacianceno o San Gregorio de Nisa desconocían por completo las citadas pretensiones y ningún obispo romano osó atribuirse poder judicial en la decisión de los asuntos de Oriente.


Como conclusión, tenemos que la Iglesia romana ha recurrido a muchas argucias, nada espirituales y/o sobrenaturales para sentar su primacía, desde el mantenimiento del mito del círculo de los doce (apóstoles), la transmutación de los profetas en obispos, la creación de un episcopado monárquico, etc, que no son nada si lo comparamos con la cantidad de falsificaciones documentales obradas en el camino: decretos pseudocirílicos y pseudo isidóricos que contienen mas de cien cartas papales y decisiones conciliares falsificadas, hasta su obra más sublime y milagrosa, el "Constitutum Silvestri" la Donación de Constantino.

El catálogo de Hipólito de Porto data del siglo III, que enumera la línea de sucesión de papas u obispos de Roma desde Pedro hasta Pontiano. Precisamente los obispos orientales del siglo IV sí que mostraron su oposición al citado texto, no tanto como al filioque, pero sí opusieron sus reticencias y, hoy en día, esta es la frase que aceptan: "Sobre esta piedra, la fe en Mi, edificaré mi Iglesia".

El hecho es que la Confesión de Cesarea de Filipo solo aparece en el Evangelio de Mateo y, misteriosamente, no se hace alusión alguna a la misma en los Evangelios restantes ni en ningún otro texto del Nuevo Testamento. La leyenda petrina de la tradición cristiana que, aún siendo apócrifa, ha sido aceptada por la Iglesia ha coincidido de forma muy conveniente en el establecimiento de esa leyenda sucesoria.

Veamos como reflejan los otros evangelios el mismo pasaje:

Marcos: 8, 27 Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» 28 Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas.» 29 Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.» 30 Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él.

Lucas: 9 18 Y sucedió que mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» 19 Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado.» 20 Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios.» 21 Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie.

Juan 6:68 Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, 69 y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» 70 Jesús les respondió: «¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo.»

¿No parece demasiada coincidencia que solo en uno de los cuatro evangelios quede reflejado un texto tan de vital importancia para la Iglesia Católica que hasta viene inscrito en grandes letras en la Basílica de San Pedro de Roma? En realidad no se exactamente si hubo coincidencias entre la interpolación y la colocación de San Pedro a la cabeza del listado de Papas

Por otro lado, es hasta normal el uso de la interpolación. No la atribuyo a la mala fe de los escribas o a su deseo de engañar. Los escribas no se limitaban a copiar textos y los añadidos los hacían, como notas aclaratorias o complementarias, en función de la óptica de los tiempos. Los textos originales, las sentencias de la fuente Q no aludían (no podían hacerlo) a la divinidad de Jesús ni a la encarnación ni a la Trinidad. La conversión de Jesus en Dios fue fruto de un proceso paulatino de modificación e interpolación textual.

El caso es que siquiera los primeros padres de la Iglesia aceptaron la síntesis entre el Mt. 16,18 y la legitimidad en la sucesión apostólica, negándole al obispo de Roma la atribución de poderes exorbitantes así como la superioridad jerárquica.

Nicea impuso la unidad de dogma entre las distintas Iglesias, la unificación del canon y, lo mas importante de todo, lo que daría identidad a la Iglesia como tal, el cesaropapismo, la unión entre el poder político y el poder religioso, la asunción de la organización territorial administrativa del Imperio Romano estructurada en diócesis y vicarios.

Sin embargo, el Papa Silvestre no fue aún Pontifex Máximus, título de máxima autoridad religiosa que correspondía al emperador. El título de Papa no se autoatribuye hasta que se cede tal título de Sumo Pontífice por Graciano a Siricio  y Dímacoa finales del siglo IV. Durante el siglo IV, Papa fue un término equivalente a Obispo de Roma. En cambio, el título de Papa Universal quien primero lo utiliza es Bonifacio III a comienzos del siglo VII mediante Decreto del Emperador Bizantino Focas y no es hasta el siglo XI cuando Gregorio VII decretará que ese título corresponde exclusivamente a los sucesores de Pedro.

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